viernes, mayo 05, 2006

ENTREGADOS A LOS MAJADEROS

ENTREGADOS A LOS MAJADEROS

Los catalanistas, en sus diversos grados de ebullición, debieran meditar a fondo en su difícil supervivencia mental. No se puede aspirar a nada desde el implacable ridículo en que se está convirtiendo el “Hecho Catalán”, nunca tan Hecho Diferencial como ahora. Ni idioma, ni “llengua” ni nada. Sólo majaderos convirtiendo en ridícula toda mención de catalanidad. ¿Esos que prohíben muñecas flamencas de trapo y toritos de felpa porque son “españoles”?. ¿Esos que pedían papeles a Salamanca para hacer después un papelón? Salamanca no presta lo que Natura no da. Y Natura no se ha esmerado con el catalanismo y sus mandos naturales.

Cada cuál verá si le es posible asumir el ridículo, defenderlo y tratar de imponerlo a su prójimo. Pero tiene mal arreglo. El español no catalanizado tiene tendencia a la burla, al jolgorio, a la mofa, al cachondeo. Y con un vicio: que prefiere reírse de los que tienen defectos físicos o mentales. Lea el frecuentador de Trapisonda y decida si no se trata de una jugarreta cerebral el caer en la paranoia catalanista que, en ocasiones –o sea, en Valencia y Baleares que no son Cataluña encima-, se presenta como purísima y cristalizada esquizofrenia.

O sea, que a ver si se hace justicia y nos quitan de encima a tanto perturbado. Y nadie se engañe: la medida la ha tomado Huguet, de ERC, pero en un gobierno de Socialistas y Comunistas. Todos ellos necesitan que les operen de la mente. O sea, por debajo de la barretina furiosa.

La Historia les señalará con el dedo como ejemplo de lo que pasa con los españoles cuando entontecen. Es decir: españoles con salsa Romesco. O con alioli.

¿QUÉ HACEMOS CON EL «CAGANER»?
Carlos Herrera en el ABC

EL nacionalismo es minucioso, se detiene en cosas en las que la gente normal no repara: díganme si no responde a ese aserto la iniciativa del consejero Huguet de prohibir la venta de muñequitas flamencas y de toritos de fieltro en las tiendas de souvenirs catalanas, al objeto de que los turistas no confundan los escenarios y entiendan que Cataluña es Cataluña y que la flamenca en cuestión es un añadido improcedente y que aquí, el verdadero símbolo de la imaginería popular es el «caganer», que es un tío que está cagando sin piedad cerca del Nacimiento y que prolifera por muchos belenes españoles. El «caganer», efectivamente, humaniza el misterio y personifica el carácter catalán de forma plástica: mientras a su alrededor trasciende la historia de forma sublime, él se ahorra el abono del campo sembrándolo de esencia personal. A los chiquillos les gusta mucho y siempre preguntan por él, y en media España se ha impuesto su presencia, ciertamente. Incluso se actualiza cada año incorporándole el rostro de personajes públicos conocidos, tipo Carod o tipo Ronaldinho.

Una muñeca vestida de gitana es, reconozcámoslo, una seria amenaza para la soberanía nacional catalana: son figuras que se confeccionan en Chiclana, representan algo tan caduco y franquista como el baile flamenco y, por si fuera poco, son compradas como recuerdos o fetiches por miles de extranjeros que visitan la Costa Brava y que se creen, valientes estúpidos, que están visitando España. La izquierda catalana ha reaccionado a ese desafío y en virtud de su cosmopolitismo, su modernidad, ha decidido «sugerir» a los comerciantes de Las Ramblas que se dejen de vender esos anacronismos y que los sustituyan por figuras enraizadas en la mitología de la tribu: así un Tamboriler del Bruch, el muchachito que con su tambor puso en desbandada al mismísimo ejército francés; así el propio Caganer; así el Tió, ese tronco al que los niños catalanes golpean en Navidad al grito de «¡Caga, Tió!» para que les deje muchos regalos —como ven, en Cataluña, la deposición y la entrañable fiesta familiar de la Navidad van íntimamente unidas: florece, de nuevo, la teoría del abono y de la trascendencia antes expuesta—.

En cuanto al toro, ¡qué decir!: la gran afrenta que la sensibilidad social tiene que sufrir en un silencio horadador es la presencia de un astado con banderillas en los comercios de los alrededores de la Sagrada Familia. Eso no hay cultura ni país que lo aguante. Así a ver quién es el guapo que consolida una nación. Percatado de ello, el tal Huguet, ese especialista en provocar odios para así poder lamentarse de lo mucho que le odian y obtener beneficio de ello, está elaborando el baremo de multas con el que obligará a los comerciantes a colaborar con la salvaguarda de la artesanía local. Quien venda el toro en lugar de exhibir el famoso «Ruc» catalán —un simpático borrico que simboliza, por lo visto, no pocas virtudes del pueblo elegido—, deberá atenerse a las mismas consecuencias que los más de mil comerciantes multados por no rotular todo, absolutamente todo, en el idioma de Verdaguer. Si acudir a una plaza de toros en la oficialmente antitaurina ciudad de Barcelona es una heroicidad gracias a las cuadrillas de fascistas de ERC que se agolpan en la puerta de la Monumental insultando al público que libremente acude, no digamos verse sorprendido adquiriendo un torito de felpa.

La inquietud que mostramos algunos, no obstante, no acaba ahí: si, en virtud de la justa reciprocidad, aquellos lugares que se han visto agradablemente invadidos de «caganers» deciden hacer lo mismo, pero al revés, ¿serán acusados de boicot ultraderechista?

En pocas palabras: ¿qué hacemos con los cientos de miles de tíos cagando en nuestros belenes que han salido de Cataluña?

Se me está descomponiendo el cuerpo, por cierto.

Otro ejemplo de la burla general. Ya dirán, ya, que esto es un ataque a Cataluña cuando, en realidad, se trata de críticas profilácticas, o sea, de librar a Cataluña de una impenitente carcoma.

LA MUÑECA QUE NO BAILA SARDANAS

CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS, en ABC

UN tal Huguet ha prohibido la venta de muñecas flamencas en Cataluña. Coherente. ¿Por qué habría de escapar el mercado a la más noble de las tareas políticas cual es la depuración simbólica? El consejero Huguet, como buen totalitario, sabe que la consolidación de la Nación catalana pasa por la limpieza de elementos culturalmente extraños... El flamenco ha sido uno de los costes de la emigración andaluza que ahora hay que saldar.

Parece que Manuela de Madre ha comentado que el consejero Huguet se ha pasado. La medida, ha dicho, será aprovechada por la derecha anticatalana. Ella sabe por experiencia personal que para integrar no hay que recurrir a este tipo de métodos. Ella llegó a Cataluña vestida de niña flamenca por culpa de Franco pero la generosa y abierta sociedad «catalana» le dio la oportunidad de liberarse de los tics andaluces y, de ese modo, instalarse en esa condición superior que representaban Reventós y Serra, Maragall y Ribó... al tiempo que su padre se colocaba en la Seat, ejemplo-de-la-creatividad-catalana-antifranquista.

La meticulosidad del tripartito y del Ajuntament para controlar todas las expresiones de la vida pública es una prueba de que el proceso catalán ha entrado en el fervor totalitario. Quien no lo vea así, debe preocuparse por su salud mental y moral. La incredulidad de muchos se basa en la presencia hegemónica de los socialistas en este proceso. Piensan que el totalitarismo puede ser propio de los nacionalismos pero no del socialismo. Desconocen la Historia, y no quieren entender que la propuesta global de Zapatero supone una identificación con los nacionalismos. ¿No por la ambición de poder? Por supuesto, pero esta necesita una justificación ideológica que pasa por la negación de la idea de España, de su pasado y de todas sus expresiones desde la bandera bicolor a la lengua común y el folklore (fundamentalmente andaluz). Zapatero se ha puesto en línea con Sabino Arana y Heribert Barrera.

Todo esto tiene su historia: Barral y Castellet, Montalbán y Rubert de Ventós comenzaron denunciando símbolos como El Escorial, por considerarlos representativos de lo español, o hechos como «la conquista de América» (no el origen caribeño de las fortunas que financiaron el modernismo). El PSUC y los mounieristas, arrepentidos de haber ganado la guerra, propusieron el monolingüismo como arma de combate... En realidad, los de Carod Rovira no han tenido más que montarse en el carro con los socialistas- Nada, sin embargo, tan vergonzoso como lo de Manuel Chaves. Mientras Huguet prohíbe la muñeca flamenca, él hace de celestina de Maragall al convertirla en «realidad nacional».


Se cierra el ciclo de sensatez con una moderadísima carta al direcor aparecida en un periódico. De Madrid, o sea, de un periódico que se descalifica a-sí-mismo. Pero orienta. Más cuando alguna prensa decididamente catalanista no se ha atrevido a publicar la hazaña de Huguet para no descorazonar a la afición.

Radicalismo convertido en esperpento

La Generalitat de Cataluña pretende prohibir la venta de todos aquellos souvenirs que no sean puramente catalanes. A saber, se prohibiría la venta de productos tan típicos como las muñecas flamencas o los carteles de toros, que suelen ser los preferidos de los llamados «guiris» cuando pasan por España.

El responsable de esta «genialidad» es el consejero de Comercio, Turismo y Consumo de la Generalitat, Josep Huguet, de ERC. La excusa oficial, «potenciar» la artesanía local. Los comerciantes de souvenirs están que echan humo y algunos incluso hablan de «medidas dictatoriales». Parece que este señor está empeñado en hundir a las empresas catalanas. Hay que recordar que con asuntos similares, de exclusión y de falta de libertad, comenzó el boicot a los productos catalanes hace meses.

Huguet, que ha dado muestras repetidas de una forma totalitaria de entender la vida y la política, se ha convertido en «el brazo armado del nacionalismo» y de un Gobierno que vive de su ataque sistemático a España. Dice la oposición que «no contento con la persecución lingüística, ahora está impulsando una persecución contra los propios objetos que los comerciantes venden».

Hay que recordar que en su día (septiembre de 2005) fue precisamente el consejero Huguet quien advirtió de que si fallaba el Estatut habría «crisis social» y «guerra civil».
Luis López González. Sevilla

Se prevé el paso siguiente: Al ser Zapatero español –raro, pero español contemporáneo de confuso estilo arquitectónico- será natural que prohíban la publicación de su foto o de cualquier chiste hecho a su costa. O sea, Cataluña no paga traidores. Ni menos a los sonrientes “Este tío- se dirán los jerarcas catalán-majaderistas- para mí que se está riendo de Cataluña”. Y no: se ríe de España toda. “Jesús, la que he armado. Esto, ni en la I República”. Que ya vendrá, ya.

Trapisonda:
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