domingo, marzo 19, 2006

LA OPRESIÓN BOBA

LA OPRESIÓN BOBA.

Carod haciendo el "Saludo Nacional" y diciendo que sí a esta página.
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Tras este comentario se añaden don textos de acompañamiento, de plumas de cola de pavo real, pero de plumas sin análisis sintáctico ni ejercicios abdominales. Plumas planas que dedican a Cataluña esfuerzos cómodos, sosegados y sin comprensión de lo que de verdad hay y de quién lo ha causado este vez, o sea, de la clase de panolis que abrieron la puerta a los tontos de los pies que, luego, evolucionaron en tontolabas escocidos, y llegaron hasta aquí habiéndose dejado la cabeza en los años sesenta y como si nada.

Luis Ignacio Parada –más abajo- habla de Carod y la Estupidez humana. No trata de explicarlo sino de dar a sus lectores algo que llamar al catalanismo cimarrón de Izquierda Republicana (todas las izquierdas lo son), o sea, “estúpidos”. Y lo hace con gracia, salvo que monseñor y ton señor Carod no es estúpido y sólo una cierta estupidez previa puede hacer que se le confunda con uno. Zarzalejos, más reposado pero más huidizo, escomencipia la lección magistral de una Tercera de Abecé con una verdad cierta pero no suficiente: que el catalanismo es anacrónico. Y que eso lo descalifica lo suficiente ante los ojos de los que no son ni catalanistas ni socialistas, o sea, ante las derechas que son las que leen el ABC. Las derechas y el estamento político alfabetizado y con sueldos superiores.

¿Qué? ¿Nos ponemos a pensar que los catalanistas son estúpidos, según las leyes de Cipolla, y ya está? ¿Nos liamos a decir que esto del separatismo es anacrónico y que la globalización dará buena cuenta de ello? O sea, ¿seguimos sin meterle el diente a un problema ACTUAL, que atosiga este tiempo, pretextando que en otras épocas ha sucedido lo mismo y que, por lo tanto, no es más que como una dosis de recuerdo?

A veces hasta para tratar con bobos hace falta una dosis de seriedad. Y si los bobos no lo son, hasta se precisa alguna inteligencia. Con el corazón en la mano, ¿puede alguien pensar que Pujol, Roca, Durán, Carod, Bargalló, Saura, Más y el resto de la panda sean tontos y no se asienten bien en la realidad circundante? Pero si perciben la debilidad del estado y de las convicciones nacionales mucho antes de que los demás las empecemos a notar. Como perciben la carencia de planes o de empresas capaces de movilizar a los españoles, que se menearán antes contra la globalización que a su favor. No sólo los calvos catalanistas no tiene un pelo de tonto. Menos el más piloso de todos, Maragall, que, o sea, es internacionaloista por el lado del socialismo, españolista –que dicen- por el lado del PSOE, y Catalanista como emoción intransitiva y algo delirante.

Si nos conformamos con cosas como las dichas, verán, los tontos conformes, satisfechos con nuestras divertidas ideas, somos nosotros y nos merecemos la que está cayendo. Hay que decir que el catalanismo de hoy, que parece apoyado en el de ayer, gravita sobre la realidad de hoy y actúa sobre hoy. Los catalanistas de los años treinta están en paradero desconocido. En ultratumba, pero en lugar desconocido, que a saber si Dios les perdonó por su arrepentimiento (como pasaría con Tarradellas, que regresó hecho un cordero) y por la que liaron. Los anteriores, los que se unieron con Francia y empezaron a publicar el Diario de Barcelona en Francés y en catalán, eran otra cosa: no catalanistas. Reconocían que la región catalana necesitaba un amo y en vez de a España elegían a Francia. Y los que fingieron luchar contra Felipe IV y Felipe Quinto, consecutivos pero de distinta dinastía.

En catalanismo separatista, que bucea en el Corpus de Sang, en el 11 de Septiembre del año de la nana, es el único catalanismo y pensar otra cosa es hacer el canelo, como lo hacen los que a estas alturas combaten el nacismo de Hitler o el franquismo de Franco. No. Oigan, miren: el tiempo no pasa en balde y las cosas no suceden en balde. Nadie hará lo que Hitler salvo en algún manicomio, porque no será Hitler. Nadie hará lo de Macián o lo de Companys, porque no existen ya. Ya pueden hacerles homenajes y llevar flores por esos mundos: es un disimulo. El Catalanismo hoy es Catalanismo de hoy, con su gente de hoy que, además, no es estúpida ni roma ni tonta. Ni pobre.

O sea, ¿de qué me sirve criticar al Conseller Casasnovas (que dejó muy buena semilla española), o mostrarme despectivo con Macián y exigente con Companys? ¿Cambiará algo que recordemos que llevaron a Cataluña al fracaso y al homicidio, si los catalanistas de ahora saben de sobra que ni son Casasnovas ni Companys, y tienen bien apuntados los errores? A ellos les trae al fresco, porque son otros. Porque hacen otra Cataluña en otro Momento y no les da miedo ni la globalización ni Europa ni el Estado con socialista dentro. Esas cosas no pueden dar miedo porque andan desmadejadas, con un presidente que duda de lo que las naciones sean y una vice que aprovecha la música de Tamtam en cuanto la localiza. Más vale empezar por ahí: La Nación española padece una grave crisis y los catalanes no porque han aceptado un futuro común, una empresa común, un objetivo: hacernos la cusqui al resto, y eso es gratificante para cualquier español.

El catalanismo que soportamos, y que criticamos en vano, con mala puntería -quizá adrede- nació porque no podía ser de otra manera cuando España se quedó algo lela, sin saber qué hacer ni de donde copiar desde finales del año 76, allá por el siglo pasado. Este rector estaba en algún lugar de la administración y oía los rumores: que vamos a seguir el modelo alemán; no que vamos a seguir el modelo francés. O sea, lo que no se oía era que se fuera a hacer un modelo español. ¡Dios nos libre! ¿Qué dirían las otras democracias si no nos sometíamos a un modelo homologado? ¿Y qué dirían los catalanes? Ahí, ahí empezó. En los papanatas que se preguntaban qué dirían los catalanes como si los catalanes fueran a decir algo distinto y especialmente significativo? Algunos catalanes, muy pocos, miraban y tomaban nota de que España estaba –perdón- acojonada, desorientada y en manos de burócratas del movimiento, abogados además, que sólo habían servido para obedecer órdenes.

¿Cuántos catalanistas había en 1976, a parte de los sentimentales que se creían posible viajar en el tiempo hasta 1931? Ni para llenar una urna o un botijo. Tampoco en el 76 había socialistas y, encima, los pocos estaban repartidos entre el PSOE histórico, el Reconstituido (que es el que tenemos ahora) y el de Tierno Galván, aquel ser malicioso y despectivo. En españa no había oposición –casi como ahora- porque tampoco había nada a lo que oponerse, salvo a las dudas y al deseo de seguir en el cargo de aquellos falsos falangistas a los que horrorizaba decir España. Más de algún melindroso tuvo un colapso al ser obligado a decir “Unidad de destino en lo universal”.

Y aquellos papanatas admirativos y asustadizos, finolis de mentes tiernas, titubeando como gallinas y autorizando lo ilegal sin llegar a cambiar “la legalidad vigente”, crearon el socialismo y crearon el catalanismo, que se han robustecido mucho desde entonces. Una España se la cogía con papel de fumar y la otra avanzaba a gritos porque tenía un objetivo: que, por fas o por nefás, no nos reconociera ni la madre que nos parió. Y tenían un método: no hacerle ascos ni a la mentira ni a la calumnia y la UCD, asustadita, para demostrar lo demócrata que era, dio en tonterías, como Fraga, o como Rosón, deteniendo a la Duquesa de Franco, acasuada por hacer contrabando de oro. Qué banda de maricas. Sin rumbo no podían hacer una España decente ni darle reconstituyentes poderosos. Y los otros sí podían, ya digo que porque tenían objetivo, métodos, y algo que proponer a la gente.

Aquella debilidad, refrendada en la constitución del 78, que hasta incluyó lo de Nacionalidades, o sea, la madre del cordero, creo a Felipe González y a Zapatero, a Pujo, a Mas, a Maragall y a Carod. ¿Y los creados no hicieron más que comportarse como lo que eran y como gente con una misión. Una mala misión pero un buen banderín de enganche. ¿Era tonto Felípez? ¿Era tonto Pujol? No: era bobo el gobierno.

Ahora igual: ¿Es tonto Carod? ¿Es bobo Mas? No: hay otros zapateros en la charca para hacer ese papel. Cuando manda alguien que no sabe lo que se pesca, el separatismo aumenta. Es como una ley de la naturaleza. Y nunca dejará de pedir más y más, hasta que en toda España se levante una causa general, una misión importante, una meta que alcanzar. Y esa meta, que debe ser propuesta, se esterilizará desde los partidos “nacionales”, PP y PSOE, que perderían su relevancia inútil actual.

Veamos lo que todos, y lo que se dice pero no en prensa ni en tele: Hay catalanismo asilvestrado porque hay socialismo de ombligo y pandereta, ya sin nada que ofertar salvo la crítica al Prestige y a la Guerra del Irak, que ya son lugares comunes de la burla. Hay catalanismo porque Carod, Mas, Durán y hasta Maragall son más listos que Zapatero y tienen mejores excusas plañideras que Zapatero. Y avanza porque Zapatero y sus secuaces quieren seguir en el poder a toda costa: el poder por el poder, y para eso deben de ceder ante mentes más lúcidas y resbaladizas: las que encarnan el catalanismo actual.

Y eso es lo que hay, una convergencia de odios y frustraciones, de “des-ideas” y falsas motivaciones, y un buen trabajo de encubrimiento, de disfraz histórico, de indignaciones de camelo porque unos papeles estén aquí o allá. Y una prensa acoquinada. Y millones de víctimas del periodismo propagandístico.

La solución es sencilla, pero imposible desde la regencia de los Dos Grandes Partidos que no admiten sombras ni admitirán ideas que no sean tópicos: Una misión para todos; una propuesta de futuro que aúne voluntades. Una música celestial que haga creer en el milagro de la recuperación. Una voluntad de historia.

Y rematemos: el hecho de no ser los catalanistas ni tontos ni estúpidos, no garantiza que hayan elegido un método afortunado. Más bien ellos mismos se han dejado arrastrar por sus excusas y han creado, terrible y boba, una opresión que no puede conducirles a nada sino al fracaso. No porque España les impida nada, sino porque no se puede aplastar a la gente con bobaditas y tiquismiquis. No se la puede meter en un cesto donde todo sean obligaciones “con la Nación Catalana”, alma única de cada desdichado que anda hoy por Cataluña. No es el tiempo para las tiranías sarnosas, ni para el caciquismo desorejado ni para la fiebre del oro. Cuántas personas inteligentes, aquí y allá, son víctimas de sus métodos equivocados? O sea, a estos catalanes les falta estilo y señorío, prudencia y saber mandar. Lo demás, lo tienen todo, hasta los enemigos flojos.

Ahora lean los textos que hemos destacado y que son buenos, inteligentes, pero irreales. Y se dice con pena, porque ojalá los separatistas fueran como dicen que son estos buenos escritores y todo el problema que resolver consistiera en desengañar a los estúpidos y enseñar historia dejando claro que el catalanismo es antiguo y extemporáneo. El den 1931, sí; el del 2006, no. Es de hoy. Del todo de hoy.

El Rector Abundio, el Especificao

LA BURBUJA |
CAROD-ROVIRA Y LA ESTUPIDEZ HUMANA

Por Luis Ignacio Parada.

EN un análisis económico, demográfico e histórico que Cario M. Cipolla incluye en su libro Allegro ma non troppo, escrito en 1988, pueden leerse «Las Leyes Fundamentales de la estupidez humana». Muy resumidas, dicen así: «Un estúpido es una persona que causa daño a otra u otras sin obtener al mismo tiempo un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio». «Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo». «La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona». «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas». «Los no estúpidos olvidan que en cualquier momento, lugar y circunstancia asociarse o tratar con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error». «La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe, más peligroso incluso que el malvado».

Cipolla asegura que hay estúpidos que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras; que los.estúpidos nos perseguirán sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más impensables; que con la sonrisa en los labios, como si hiciesen la cosa más natural del mundo aparecerán de improviso para echar a perder nuestros planes, destruir nuestra paz y complicamos la vida hasta hacernos perder dinero, tiempo, humor y productividad. Y que todo esto lo harán sin malicia, sin remordimientos y sin razón. ¿Por qué me habré acordado de esto anoche? ¿A lo mejor porque Carod-Rovira anunció que ERG votará contra la reforma del Estatuto sin revelar cuál será su postura en el referéndum? ¿Porque ha justificado la permanencia de su partido en el tripartito diciendo que una cosa es el Estatuí y otra el Gobierno? ¿Me estaré volviendo estúpido? ¿Creerá ese genio de la política que son estúpidos sus 600.000 votantes?

[Nota del rector: ¿Creerán cuarenta millones de españoles que los estúpidos son los que van ganando y no los que van cediendo?]

La tercera de Zarzalejos

EN DIRECCIÓN CONTRARIA

... Nada hay de contemporáneo en trocear el poder judicial; establecer imposiciones lingüísticas; blindar competencias; disgregar la acción exterior del Estado; compartimentar la actuación integral respecto de fenómenos generales como la inmigración o practicar la endogamia cultural, sea simbólica o académica…

EL anacronismo es la incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde. El proyecto de Estatuto de Cataluña es, estrictamente, una iniciativa anacrónica porque su contenido, y en particular el espíritu que la anima, están fuera del tiempo actual. Francisco Ayala, desde su feliz centenario, después de afirmar que el «nacionalismo es el pasado», ha ofrecido con brevedad y concisión dos razones que avalan esta tesis. Dice el homenajeado intelectual que «todo se está transformando desde luego en un sentido de globalidad, de totalidad». Así es. Hoy por hoy la progresión está vinculada a un movimiento unitario y la regresión a otro, inverso, de partición. Las sociedades más abiertas y más libres se hacen más porosas y comunicativas; las que se atrincheran en sus identidades y establecen fielatos defensivos resultan las más inseguras y menos dinámicas. La libertad, el mestizaje, la capacidad de mixtificación, la aprehensión de las nuevas formas de vivir, son las características que perfilan a las sociedades más prometedoras y vitales. [Que lo demuestre, por ejemplo con el Impermeable Estados Unidos]

El debate del nuevo Estatuto para Cataluña está desafiando el signo de los tiempos. Los partidos nacionalistas, secundados abiertamente por los socialistas y el Gobierno, están pergeñando un texto que, además de resultar técnicamente confuso y falto de calidad jurídica, se inspira en la desconfianza hacia el Estado, entendido éste en su sentido social, político y cultural. Este nuevo Estatuto atrinchera a Cataluña en un régimen intervencionista porque otorga a los poderes autonómicos potestades exorbitantes, alejadas de cualquier fórmula liberal; impone unas pautas lingüísticas reactivas; blinda una serie de competencias que en todo occidente en vez de desconcentrarse se centralizan en organismos e instituciones con un amplio espectro de facultades —véase el grave asunto de la inmigración—, y configura un modelo político y colectivo que atenta contra dos realidades imparables: el mercado y las nuevas tecnologías de la comunicación. [No contra España, que también debe ser el pasado]

La unidad de los Estados —y el Estatuto en ciernes lesiona la del español porque crea una bilateralidad extrema que diluye la preeminencia que constitucionalmente corresponde al Gobierno— es uno de los factores constituyentes de los parámetros en los que se ha erigido el nuevo mercado internacional. La supresión efectiva de las fronteras sustituye a las viejas aduanas por la interlocución, cada vez más fluida y armonizada, de las entidades estatales, cuya eficiencia se asienta en la disposición de herramientas competenciales homogéneas.

Cuando la nueva ministra de Justicia del Gobierno alemán, la socialdemócrata Brigitte Zypries, afirma que «en parte, el sistema federal perjudica la posición de Alemania en el mundo», se está refiriendo a las disfuncionalidades que determinadas políticas de descentralización y de desconcentración provocan en los espacios abiertos del gran mercado europeo que pronto ampliará sus horizontes continentales. Es esta percepción de ineficacia, entre otras, la que ha llevado a los dos grandes partidos germanos a iniciar un llamativo movimiento de reformas institucionales en una dirección por completo distinta a la que en España se está practicando con la reformulación del autogobierno catalán.

En Italia, el proceso de federalización que se ha propuesto por algunas fuerzas se ha impugnado de manera casi radical desde la izquierda que, hasta el momento, ha sido una ideología caracterizada por encontrar en la fórmula centralizada componentes propios de su concepción social, como el de la igualdad, a partir de la cual se ha construido el de ciudadanía. La condición ciudadana incorpora el contenido indiscutible del patrimonio democrático de los individuos: gozar de los mismos derechos y sentirse vinculados a idénticas obligaciones. El Estatuto previsto para Cataluña quiebra la tendencia general que impone la dinámica del mercado y atenta seriamente contra el concepto de ciudadanía en el ámbito estatal porque establece un catálogo de derechos y obligaciones para los allí residentes diferente al establecido en la Constitución para todos sin distinción.

Pero es que el modelo estatutario en proyecto que pretende amurallar Cataluña provocará antes pronto que tarde una muy grave frustración porque todas las cautelas, prevenciones y desconfianzas que se articulan frente y contra el Estado y la fuerza expansiva del conjunto español en aquella comunidad, saltarán por los aires en cuanto el desarrollo de las nuevas tecnologías —que constituyen tanto una técnica como una cultura— demuestren que, como Ayala preconiza, el «nacionalismo es el pasado» y que ahora las reformas van en la dirección de la «globalización, de la totalidad». Las nuevas tecnologías son, también, las nuevas fronteras virtuales que resultan móviles e incontrolables.

Nota de Trapisonda: ¿se equivoca el claustro o este señor cree que el telófono y el odenador van a acabar con el catalanismo obsesivo?