miércoles, enero 25, 2006

EL CULTIVO DE LA AMBICIÓN PRODUCE PASMOS

APRENDA CATALÁN POR SI ACASO.


Nada hay tan tozudo como un catalanista en celo de catalán, y debieran ser los otros catalanes los que le pararan los pies, porque Cataluña no es culpable de su población silvestre, pero ha caído en lo hondo de la devaluación ante el resto de España. No tanto por el dinero que va a faltar en otras regiones (en beneficio de la Generalidad) como por el cinismo del odio que manifiestan sus dirigentes e intelectuales por todo lo español; en especial por el idioma. Esas gentes menores han convertido el idioma catalán en herramienta política de opresión y bien se ve venir que ese idioma será tratado como lo que es: la palanqueta política para la desmembración de la sociedad española, de la propia Cataluña y, claramente: como los catalanistas tratan al español, gravemente perseguido y, en ocasiones, martirizado con un odio salvaje. Si no lo cree, vaya a vivir a determinados lugares y lo comprenderá.

Y es que

EL CULTIVO DE LA AMBICIÓN PRODUCE PASMOS.

El mejor y más eximio poeta de la Localidad “A”, ha nombrado mayor y más eximio intelectual de la misma Localidad “A” a otro elemento del mismo calibre. Entre ellos se lo guisan y andan con coronas de laurel en sus cerebros -que no en sus cabezas- decididos a provocar el bien de la humanidad mediante el catalán y la erradicación de la mala hierba del castellano. No son catalanes, pero ambos han contraído la enfermedad de enseñar la oreja, ambos han estudiado en Barcelona, ambos en el seminario, ambos han dado clase y ambos son bendecidos por el amor del clero, que es la punta de lanza de toda invasión catalanista. Primero el clero y, después, los representantes.
El eximio poeta, tras años de infección del bacilo de Babel, regaló a las edades futuras el famoso verso “Pueblo de eunucos, ¿hasta cuándo no defenderéis vuestra lengua?”. Pero es el caso que nadie la ataca, aunque ni siquiera es la lengua de la Localidad “A” ni es tan obligatoria como quisieran. O sea, se lo explico y ustedes me entenderán: La Libertad Catalanista por la que pía el poeta -pipido y libertad último modelo- es algo parecido a “todos hablando y nadie atendiendo”, el famoso diálogo de sordos: mientras el catalanista charla de sus agravios, no atiende a nada que no sea eso. Quiere obligar a todos a hablar como él, que habla raro porque ni siquiera es catalán y le sale una lengua amanerada y ginoide. Ni siquiera es catalán pero casi fue cura catalán hasta que se le apareció, vivo y brillante, don Pompeyo Fabra, que tampoco había nacido en España y era alquimista: lo de escribir gramáticas le vino después, al catar alguna sublimación de las que fabricaba.
El más eximio intelectual, lo mismo: estuvo a punto de ser cura hasta que se le apareció idéntico Pompeyo, en cueros vivos, y le dijo, más o menos, “Eunuco, ¿por qué no defiendes MI lengua?”. Creyendo hacerlo, el intelectual la convirtió en un poco más odiosa y calva. Se lo explico y verán cómo lo entienden. Lo haré con las mismas palabras intelectuales de lógica sobreabundante: No les importa -ni al poeta ni al intelectual ni a otros cuerninfectados, dicen- responder en castellano a un “ciudadano español” que desconoce “nuestra” lengua, pero otra cosa es que, personas que sólo hablan castellano, puedan “vivir en nuestra casa” treinta años sin “necesidad de tener que conocer “nuestra lengua propia” y, encima, teniendo derecho a exigirnos que les respondamos en castellano. ¡Cielos, qué dolor!

Observen la sabia y alquímica mezcla de lamento, de propiedad espacial y de soberbia cuasiracista sin punto ninguno ir lógica. Son las tripas las que hablan y poco piensan. O sea, el poeta y el intelectual “tienen la obligación” de conocer el castellano -como cualquier otro español- pero nadie tiene -aún- la obligación de conocer el catalán, por más que tipos como ellos hacen que sí sea obligatorio por el método de de ignorar o avasallar las leyes que les disgustan. Incluso para comer es necesario el catalán en esta tierra de expansionismo catalino: sin catalán no hay trabajo y hasta hacen que los moros lo estudien: coacción sobre ilegalidad y racismo.

Esta escuela intelectual de gramática coercitiva trata, además, de prestigiar el catalán, pero a costa de desprestigiar el “castellano”, porque el odio no da para más, como no podía ser menos en cerebros en trance de extinción: “El castellano -dicen- sólo lo hablan clases bajas y gentes sin educación”. Otros escriben sobre lo mal que suena la jora española en comparación con la pronunciación catalana o gastan buena saliva en importar la sardana, los castillos humanos y unas como chirimías que creen que son, con los gigantes y cabezudos, cosas exclusivamente catalanas. No les importa que con este pobre y falso revanchismo manifiesten vivísimos complejos de inferioridad, mal compensada con soberbia e intolerancia.

Uno de los egregios citados describe claramente el dolor hebraico: Ni siquiera “están obligados” a hablar en catalán cuando se quedan a vivir entre nosotros de manera permanente. Y eso sí que no: hay que obligar, hacer la vida imposible, hay que apretar las tuercas a toda esa gente baja, o sea, poner dificultades para el uso del español, ¿qué si no? Porque estamos en una situación de “frapant” desigualdad constitucional que los del Estatut no quieren que se perpetúe porque es injusta y perjudicial para la lengua catalana. O sea, no son ellos, es la lengua la que tiene tales sentimientos. No son ellos, es Cataluña, la que gime bajo la injusticia. De hecho ya hay gente del mismo tamaño mínimo diciendo que quien no se haga catalán aquí quedará fuera del futuro. O sea, ellos se encargarán de dejarlo al margen.

Duele ver que un poeta y un intelectual supremos son incapaces de comprender que ellos y los otros son la misma cosa: españoles. Más bien se atienen al dicho de Wilde: “Los otros son el infierno”. Pero los otros son españoles y, por lo tanto, también tienen la misma injusta obligación de conocer el castellano y, eso sí, el privilegio de usar el catalán porque no se les da otra opción diga lo que diga la ley que llevan treinta años sin cumplir y sin que el Estado parezca enterado. Ni los jueces. Qué pena de autoridades bobas que no ven.

Se quejan ambos -artista e intelectual- de que el aprendizaje del catalán -como si del tabaco se tratara- quede libre, al albedrío de los usuarios, y no obligatorio. Ambos han dado y dan clases en institutos y hablan con el cinismo de saber de primera mano que en la Localidad “A” no se puede estudiar más que en catalán, pese a la ley. Eh, jueces y alcaldes: consentir que no se cumpla el ordenamiento constitucional hasta puede llegar a ser prevaricación.

Catalán obligatorio, ya se ve. E Ilegal. Pero es curioso que estos prohombres terminen todos sus exordios insistiendo en que no quieren imponer nada. Si se lo creen, es grave; si no, también. Sólo quieren someter al prójimo al equivalente de lo que a ellos se les ha impuesto. O sea, el español. La enfermedad de Babel contagiada con el argumento chantajista de la fuerza del débil y, con muchos mohines previos, con clara malevolencia. No se sienten españoles y se lo quieren hacer pagar a los demás, empezando por llamar castellano sólo a lo que también se llama español. Siempre es igual tras su queja profunda: los catalanistas presentan el ser catalán como una desgracia que les tenemos que arreglar los demás, los perjudicados por su ya vieja trapisonda de no cumplir las leyes y pedir otras a su medida que tampoco cumplirán.

Pero el daño que hacen a Cataluña será permanente y todos acabarán siendo tratados como ellos tratan a lo español. Ni lo notarán, porque seguirán clamando en el desierto. No hay cura para la infección catalanista.